La mascarada de la “potencia médica cubana” se desploma en medio de fiebres y desesperación. El propio director de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), Francisco Durán, confirmó que más de 47.125 personas están ingresadas por dengue y chikungunya, aunque los expertos advierten que los números reales podrían ser aún mayores, ya que miles evitan acudir a hospitales colapsados.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) registra que Cuba tiene la tasa de incidencia más alta de las Américas: 183 casos por cada 100.000 habitantes, una vergüenza que deja al descubierto la catástrofe sanitaria del régimen. Mientras tanto, la dictadura exporta médicos como fuerza laboral esclava para generar divisas, mientras su propio pueblo enfrenta una crisis epidemiológica histórica sin atención básica.
La escasez de medicamentos es tan extrema que las autoridades han llegado a recomendar fabricar suero oral casero ante la falta de insumos médicos. La situación es tan grave que países como Estados Unidos, Canadá y España han emitido alertas sanitarias, desaconsejando los viajes a la isla.
El drama humano es desgarrador: 19 niños luchan en terapia intensiva, el combustible escasea, las fumigaciones están paralizadas y montañas de basura sirven de criadero para los mosquitos transmisores. La crisis evidencia la prioridad criminal del régimen, que construye hoteles de lujo mientras los niños cubanos mueren por falta de atención y prevención.
Expertos y familiares denuncian que la dictadura castrista es una plaga peor que cualquier virus, dejando al país en el filo de la tragedia sanitaria más grave de su historia reciente.