Lo que comenzó en agosto como un despliegue militar interpretado como presión diplomática contra Nicolás Maduro, hoy es visto por analistas y exdiplomáticos como un posible preludio de una operación militar de Estados Unidos contra Venezuela. La presencia de buques de guerra, drones y unidades de infantería de marina en el Caribe —ordenada por el presidente Donald Trump— ha elevado drásticamente la tensión regional.
Según el exembajador estadounidense para Venezuela, James Story, la probabilidad de una acción militar estadounidense “pasó de 10% a 80% en apenas dos meses”, debido a un “cambio enorme en la situación sobre el terreno”. En declaraciones a The Guardian, Story señaló que la llegada del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del mundo, junto a su grupo de ataque, ha sido decisiva para ese cambio de percepción.
Estrategas y exfuncionarios no descartan distintos escenarios: ataques selectivos, bombardeos contra infraestructura militar venezolana o incluso una campaña aérea destinada a “decapitar” al gobierno de Maduro. Sin embargo, advierten que cualquiera de estas opciones implica riesgos severos, desde una escalada bélica prolongada hasta un estallido social interno.
En Caracas, el dictador venezolano ha respondido con una mezcla de discursos épicos, llamados a la resistencia y movilización de milicias, acciones que, según observadores, revelan un creciente nerviosismo dentro de la cúpula gobernante pese a su retórica desafiante.